Se lo tienen merecido

Parecía que estaba todo hecho. Sólo dos puntos (tres, si tenemos en cuenta que, ante un empate numérico, Raikonnen llevaba más victorias) separaban a Hamilton de lograr el Mundial de Fórmula 1 en su primer año de competición. Pero la precipitación y el disconformismo que ya demostró en el G.P. de China hace dos semanas, volvieron a jugarle una mala pasada nada más empezar la última carrera del año. Un problema con la caja de cambios le relegó al 18º puesto y, aunque remontó varios puestos, tuvo que conformarse con la séptima plaza, totalmente insuficiente para proclamarse campeón.

Tampoco lo pudo ser Fernando Alonso, que no pudo así convertirse en tricampeón y firmar tres victorias consecutivas como sólo otros dos pilotos (entre ellos, Michael Schumacher) han logrado hasta ahora. Finalizó tercero, detrás de los Ferrari, con un rendimiento y una rapidez a años luz de los bólidos de McLaren.

Así pues, a McLaren no le queda otra que reflexionar, que analizar los errores cometidos y las prioridades otorgadas al piloto inglés durante la temporada. Prioridades que, pese a lo que muchos dicen, tampoco deberían haber correspondido a su colega español, sino simplemente no haber existido. Porque, aunque muchos no quieran verlo, la Fórmula 1 es un deporte y, como tal, las condiciones de partida deben ser las mismas para todos, te llames como te llames, conduzcas el coche que conduzcas, y vayas en la posición que vayas.

Olé por Ferrari, por Raikkonen y por Massa, porque han sabido jugar sus cartas, mantener la cabeza en su sitio y jugar como dictan las reglas.

Aún con todo, y mal que me pese, a la escudería angloalemana y a Lewis Hamilton les queda aún una oportunidad: la FIA estudia a los BMW y Williams por una posible irregularidad en los monoplazas. Nico Rosberg, Robert Kubica y Nick Heidfeld, que quedaron por delante de Hamilton, podrían darle el título a Hamilton si son excluidos.

Un día histórico

No me considero fan de Héroes del Silencio y, sin embargo, el miércoles estuve en La Romareda. Once años después, la banda zaragozana más internacional regresaba a los escenarios de su ciudad, de su país para deleite de sus seguidores. Más de 37.000 personas abarrotaron el estadio para acompañar a sus ídolos, para asistir a un acontecimiento que, queramos o no, pasará a la historia. Fueron muchos los que se quedaron sin verlos 11 años atrás en su concierto de despedida y ahora, por fin, llegaba la oportunidad de verlos en directo y despedirlos como se merecen. Y digo como se merecen porque, te guste su música o no, Héroes marcó un antes y un después en la música española, creando un fenómeno de masas que, hasta entonces, estaba vedado a los músicos de nuestro país.

Fueron muchos también quienes lloraron por la emoción de su regreso, de verlos en directo o, simplemente, por la gran cantidad de recuerdos que sus canciones les evocaban ya que, para muchos, las canciones de Héroes son mucho más que eso, son vivencias, son recuerdos, son alegrías, son tristezas, son nostalgia...

El sonido fue espectacular. Once años sin subirse a los escenarios con sus compañeros, no hicieron mella ni en la voz de Bunbury ni en los instrumentos del resto de la banda. Puede que no estén tan compenetrados como antaño; puede que no improvisaran en exceso y sonaran tal como en sus viejos discos; pero lo que sí es cierto es que fue un concierto memorable, un día para recordar y que pasará a la historia, si no de la música, sí de esas 37.500 personas y de aquellas otras que hubieran deseado estar ahí y no lo lograron.

En mi caso, hubo un sólo aspecto negativo: Faltabas tú.

El concierto en la prensa aragonesa:

El cielo descendió varios metros (Aragón Digital)

¡SuperHéroes! (Qué! Zaragoza)

Zaragoza espera con ansiedad el segundo concierto de Héroes (Heraldo de Aragón)

Héroes de leyenda (El Periódico de Aragón)

La voz de Héroes del Silencio retumba en La Romareda a través de 37.000 corazones (Aragón Digital) --> Incluye vídeo y fotos del concierto

De vuelta al cole

Acabas la carrera y respiras hondo: nunca más vas a tener que volver a estudiar, a pasar exámenes o hacer deberes. O, al menos, eso es lo que tú te crees en ese momento. En mi caso, siempre me había intrigado el hacer una segunda carrera, el seguir estudiando, pero tras cinco años de carrera, acabé cansada de estudiar, de hacer trabajos, de los exámenes... y decidí que era mejor dejarlo estar.

Pero pasan los años y llega un momento en que te das cuenta de que esas inquietudes, esos proyectos que rondaban por tu cabeza, no sólo siguen ahí sino que, si haces un pequeño esfuerzo, puedes conseguir poco a poco esas metas que te marcaste hace tiempo y que, además, te vendrían muy bien para seguir progresando en tu vida, en tus conocimientos, en tu currículum y en tu carrera.

En éstas llevaba yo desde hace ya algún tiempo, y este año por fin decidí que había llegado el momento. Así que, dos años y medio después de acabar la carrera, he vuelto a clase. Me he apuntado a la Escuela de Idiomas para refrescar el inglés y, de paso, tener un título que acredite lo que sé, y a tres asignaturas de Turismo por la UNED. Porque yo lo valgo, porque quiero empezar a hacer algo útil con mi vida y no sólo trabajar, porque quiero enriquecerme personalmente y progresar laboralmente y porque, qué narices, me apetece.

Hace ya casi una semana que empecé y, de momento, estoy encantada, a pesar de los madrugones, a pesar de que tengo que sacar tiempo extra para hacer ejercicios, a pesar de que tengo que ir obligándome a estudiar el fin de semana. Ojalá que consiga mantener firme la voluntad y ser constante porque, a pesar de todo, el esfuerzo está mereciendo la pena y quiero que así siga siendo, no sólo en cuanto a sentirme realizada sino también en cuanto a lograr todo lo que me he propuesto.