Encuentros y reencuentros
Hacía ya tiempo que venía diciendo que iba a Madrid, a ver a la gente, a hacer papeleos y a cambiar de aires. Y, por fin, me decidí a hacerlo, así que aprovechando el puente de la Cincomarzada, me fui para allá con mi maleta y mucha ilusión. Hacía un año desde la última vez que visité la ciudad y, a pesar de todo, parecía que a pesar de los pequeños cambios todo seguía igual que cuando lo dejé; como si sólo me hubiera ido un fin de semana y todo me estuviera esperando. Es una sensación extraña, difícil de explicar pero que supongo que todo aquél que ha vivido largo tiempo en un lugar, con todas las experiencias que eso conlleva, podrá entender.
Y lo mismo que la ciudad, la gente; como si los vieras día a día, como si no estuvieras viviendo a 300 kilómetros de distancia de todos ellos. Da gusto volver a disfrutar de tu gente, como cuando estabas en la universidad, como cuando la casa que ahora te acoge como invitada era la tuya, como cuando pasabas horas y horas con ellos, de juerga, de partidas de mus o de lo que fuera. Sí, allí estaban, igual que siempre, sólo con pequeños cambios, pero ninguno en lo esencial.
Me encantó estar de nuevo con las niñas, comer con Clara, Conchi, María y Ana; marujear, ponernos al día de la vida de todas y hasta bromear con la boda (aunque a alguna no le hiciera mucha gracia); me encantó ver a Noe, hablar de nuestras cosas, de cómo nos vamos haciendo mayores lo queramos o no, de cómo hay cosas que nunca cambian y otras que lo hacen a marchas forzadas, en lo amoroso y lo profesional fundamentalmente.
Me encantó ir al aeropuerto y presenciar, una vez más, las ocurrencias de Clara, con su pancarta y sus 'indirectas directas'; me encantó conocer a Andy, que tan feliz está haciendo a Conchi, que tan bien se les ve juntos; me encantó volver a quedar, como antes, en casa de las niñas para cenar, para tomar algo, para bromear y hasta para hacerle el psicoanálisis a Clara (¡Qué risas, Dios mío, con el "¿Es que tú eres muy religiosa?" o con el "¿Es que ves el sexo como algo malo?"). Si es que es inevitable que, cada vez que nos juntamos, tengamos alguna anécdota para contar...
Fue genial también organizar, de repente, una barbacoa en Quintanar para el día siguiente; aunque fuera una barbacoa pija comprada en El Corte Inglés porque no había otra cosa abierta; genial conocer la casa de Verdugo (encantadora, por cierto), a su sobrinita ("Amparito") y sus viñedos y proyectos de reforma. Por supuesto, en casos como éste, lo mejor es viajar con Clara que igual tienes hasta suerte y te hacen descuento por ser joven al pagar la autopista...
Lo único malo fueron las tres horas que nos costó volver a Madrid, no porque estuviéramos tan lejos o porque circuláramos a paso tortuga (nada más lejos de la realidad); sino porque, una vez ya en Madrid, lo que debería habernos costado 5 minutos, nos costó casi dos horas: vamos, que nos dio tiempo a escuchar todos los partidos de las 17.00 de la tarde y la primera parte del de las 19.00... No os digo más. Y todo para llegar de Alto de Extremadura a Moncloa, porque el paso por Paseo del Rey estaba cerrado.
Pero, bueno, llegar, llegamos; eso sí, yo dos horas más tarde de lo que había quedado; pero llegué. Y allí estaban esperándome Raúl, Alfredo, Ignacio, Jesús y Pablo, que también habían tenido sus problemas para entrar en Madrid y todo para conocernos, en la primera quedada NOUN en la que yo participaba y que espero que no sea la última. Hay que reconocer que nos reímos muchísimo, charlamos un poco de todo (no sólo de Ogame vive el hombre), debatimos sobre el acento de Carlos (que también estuvo en la quedada a su manera) y, además, cenamos de p... madre. También ahí se acumularon unas cuantas frases curiosas y fotos para la posteridad; lo único malo es que se me hizo corto; el rato se pasó volando sea por el retrado o porque estaba muy agusto o por las dos cosas, supongo. Así que ya sabéis: habrá que repetir.
Una vez ya en casita, aproveché para hablar con mi niño tranquilamente y, cuando llegó Clar, charlar un ratín con ella y, luego, pues a dormir, que al día siguiente ella curraba y yo tenía recados que hacer. Al menos, eso era lo que pretendía pero llegaron las 3 de la mañana y me encontraba tan mal que tuve que levantarme al baño. Pensé que el dolor de estómago era de tanto que había comido ese día pero después se ha demostrado que no, que era un maravilloso virus que aún me acompaña mientras escribo estas líneas. ¡Dios mío, qué ganas de volver a comer de todo y la cantidad que me dé la gana! Pero, bueno, ésa es otra historia...
Y, como todo lo bueno se acaba, llegó el último día del viaje. Recogí mi título en la facultad; pedí un expediente académico completo, y me fui de compras mientras llegaba la hora de comer. Después, regresé a casa, rehice la maleta y empecé a preparar la comida que compartí con Clar. De esa comida se me quedó grabado algo, algo que viene a apoyar lo que os decía al comienzo de este post: hay personas con las que, por mucho que pase el tiempo, sientes que todo sigue igual y que nada ha cambiado. Por mucho que tardemos en vernos, por mucho tiempo que pase de una conversación telefónica a otra, no parece que el tiempo transcurra ni que nos despidamos realmente porque, de una forma o de otra, sabemos que siempre estaremos ahí.
Por supuesto, llegó la hora de partir y, como no podía ser de otra forma, me dio una pena horrorosa aunque me prometí que, esta vez, tardaría menos en volver. No sé si será así, ya me conocéis, pero al menos lo intentaré. Pero, si pensábais que la historia acababa aquí, estábais equivocados porque, aunque fuera 'in extremis' aún conseguí ver a alguien más, Justo, que me llamó por la mañana desde el trabajo y se acercó a la estación para verme aunque fuera cinco minutos.
Esperemos que mi próximo viaje sea pronto y pueda veros de nuevo a todos y también a todos los que esta vez se quedaron en el tintero por falta de tiempo. Si todo va bien, si no es antes, al menos, a los que estéis allí en verano, os veré en agosto...
Y lo mismo que la ciudad, la gente; como si los vieras día a día, como si no estuvieras viviendo a 300 kilómetros de distancia de todos ellos. Da gusto volver a disfrutar de tu gente, como cuando estabas en la universidad, como cuando la casa que ahora te acoge como invitada era la tuya, como cuando pasabas horas y horas con ellos, de juerga, de partidas de mus o de lo que fuera. Sí, allí estaban, igual que siempre, sólo con pequeños cambios, pero ninguno en lo esencial.
Me encantó estar de nuevo con las niñas, comer con Clara, Conchi, María y Ana; marujear, ponernos al día de la vida de todas y hasta bromear con la boda (aunque a alguna no le hiciera mucha gracia); me encantó ver a Noe, hablar de nuestras cosas, de cómo nos vamos haciendo mayores lo queramos o no, de cómo hay cosas que nunca cambian y otras que lo hacen a marchas forzadas, en lo amoroso y lo profesional fundamentalmente.
Me encantó ir al aeropuerto y presenciar, una vez más, las ocurrencias de Clara, con su pancarta y sus 'indirectas directas'; me encantó conocer a Andy, que tan feliz está haciendo a Conchi, que tan bien se les ve juntos; me encantó volver a quedar, como antes, en casa de las niñas para cenar, para tomar algo, para bromear y hasta para hacerle el psicoanálisis a Clara (¡Qué risas, Dios mío, con el "¿Es que tú eres muy religiosa?" o con el "¿Es que ves el sexo como algo malo?"). Si es que es inevitable que, cada vez que nos juntamos, tengamos alguna anécdota para contar...
Fue genial también organizar, de repente, una barbacoa en Quintanar para el día siguiente; aunque fuera una barbacoa pija comprada en El Corte Inglés porque no había otra cosa abierta; genial conocer la casa de Verdugo (encantadora, por cierto), a su sobrinita ("Amparito") y sus viñedos y proyectos de reforma. Por supuesto, en casos como éste, lo mejor es viajar con Clara que igual tienes hasta suerte y te hacen descuento por ser joven al pagar la autopista...
Lo único malo fueron las tres horas que nos costó volver a Madrid, no porque estuviéramos tan lejos o porque circuláramos a paso tortuga (nada más lejos de la realidad); sino porque, una vez ya en Madrid, lo que debería habernos costado 5 minutos, nos costó casi dos horas: vamos, que nos dio tiempo a escuchar todos los partidos de las 17.00 de la tarde y la primera parte del de las 19.00... No os digo más. Y todo para llegar de Alto de Extremadura a Moncloa, porque el paso por Paseo del Rey estaba cerrado.
Pero, bueno, llegar, llegamos; eso sí, yo dos horas más tarde de lo que había quedado; pero llegué. Y allí estaban esperándome Raúl, Alfredo, Ignacio, Jesús y Pablo, que también habían tenido sus problemas para entrar en Madrid y todo para conocernos, en la primera quedada NOUN en la que yo participaba y que espero que no sea la última. Hay que reconocer que nos reímos muchísimo, charlamos un poco de todo (no sólo de Ogame vive el hombre), debatimos sobre el acento de Carlos (que también estuvo en la quedada a su manera) y, además, cenamos de p... madre. También ahí se acumularon unas cuantas frases curiosas y fotos para la posteridad; lo único malo es que se me hizo corto; el rato se pasó volando sea por el retrado o porque estaba muy agusto o por las dos cosas, supongo. Así que ya sabéis: habrá que repetir.
Una vez ya en casita, aproveché para hablar con mi niño tranquilamente y, cuando llegó Clar, charlar un ratín con ella y, luego, pues a dormir, que al día siguiente ella curraba y yo tenía recados que hacer. Al menos, eso era lo que pretendía pero llegaron las 3 de la mañana y me encontraba tan mal que tuve que levantarme al baño. Pensé que el dolor de estómago era de tanto que había comido ese día pero después se ha demostrado que no, que era un maravilloso virus que aún me acompaña mientras escribo estas líneas. ¡Dios mío, qué ganas de volver a comer de todo y la cantidad que me dé la gana! Pero, bueno, ésa es otra historia...
Y, como todo lo bueno se acaba, llegó el último día del viaje. Recogí mi título en la facultad; pedí un expediente académico completo, y me fui de compras mientras llegaba la hora de comer. Después, regresé a casa, rehice la maleta y empecé a preparar la comida que compartí con Clar. De esa comida se me quedó grabado algo, algo que viene a apoyar lo que os decía al comienzo de este post: hay personas con las que, por mucho que pase el tiempo, sientes que todo sigue igual y que nada ha cambiado. Por mucho que tardemos en vernos, por mucho tiempo que pase de una conversación telefónica a otra, no parece que el tiempo transcurra ni que nos despidamos realmente porque, de una forma o de otra, sabemos que siempre estaremos ahí.
Por supuesto, llegó la hora de partir y, como no podía ser de otra forma, me dio una pena horrorosa aunque me prometí que, esta vez, tardaría menos en volver. No sé si será así, ya me conocéis, pero al menos lo intentaré. Pero, si pensábais que la historia acababa aquí, estábais equivocados porque, aunque fuera 'in extremis' aún conseguí ver a alguien más, Justo, que me llamó por la mañana desde el trabajo y se acercó a la estación para verme aunque fuera cinco minutos.
Esperemos que mi próximo viaje sea pronto y pueda veros de nuevo a todos y también a todos los que esta vez se quedaron en el tintero por falta de tiempo. Si todo va bien, si no es antes, al menos, a los que estéis allí en verano, os veré en agosto...
Etiquetas: Viajes
2 Comments:
At 9:04 p. m., Unknown said…
Jeje, ya era hora de que hicieras este viaje ¿eh? aquí tantos meses esperándote... Ya te dije que merecería la pena!
En fin, que decirte. Me ha encantado conocerte. Por fín he podido comprobar en persona que eres un encanto y además muy guapa, que no te lo decía por decir ;)
Ojala que vuelvas pronto, porque también a mí se me hizo corto el tiempo que pasamos todos juntos, aunque hay que reconocer que fúe muy bueno.
Hasta que te vuelva a ver, cuidate mucho!! Y ya saber la promesa hecha a Alfredo xD
Un beso guapa!!!
At 12:45 p. m., Satine said…
Muchas felicidades por lo de Endesa, preciosa, me alegro mucho, que te lo mereces. Y sí, a mí también se me hizo corto así que a ver si la próxima no tarda mucho y podemos estar más rato!!!!
Publicar un comentario
<< Home