La sabiduría de los astros
Horóscopos, tan denostados como consultados. Son muchos los que critican a quienes creen en ellos, pero también muchos los que, a pesar de todo, los leen para ver qué dicen, para reírse o para orientarse. No obstante, más allá de lo criticables que puedan ser las reseñas del horóscopo en periódicos, revistas, etcétera, que ya sabemos todos que muchas veces son escritas aleatoriamente, por alguien que no tiene la más mínima noción de astrología; otras por alguien que, en teoría, sabe pero que sigue sin dar ni una... Más allá de eso, sigue siendo cierto que la astrología lleva siglos tratando de determinar la incidencia que tienen los astros en nuestra vida, en nuestro carácter, en nuestras acciones, en nuestra manera de percibir el mundo.
Me gusta leer los horóscopos, consultar mi carta astral y demás historias por el estilo. Lo cual no quiere decir, sin embargo, que crea a pies juntillas lo que me dicen. Soy más bien de las que lo leen y, si les gusta lo que predicen, se alegra y se lo cree. ¡Mira qué bien! Pero, en el caso contrario, cuando el horóscopo me dice algo que no me cuadra o que no me gusta, se ríe de lo estúpido de lo predicho y piensa 'Vaya tontería'.
Eso sí, el miércoles pasado podemos decir que los astros se cruzaron en mi camino. Bueno, en el mío y en el de Maribel. Estábamos las dos tiradas en un banco de la plaza Aragón, esperando a Bruno y a Marcos para cenar y, de repente, se acercó a nosotras un individuo en una bici vestido de amarillo chillón. Normalmente, me intimida y me incomoda que se me acerquen extraños y traten de entablar conversación pero, en esta ocasión, su presencia nos llenó de tranquilidad y eso que las dos (especialmente, Maribel) estábamos en mitad de una crisis de estrés provocado, como no, por el trabajo y sus circunstancias.
Nos preguntó el horóscopo, nos describió a las dos a la perfección, sin olvidar detalle (tanto que acojonaba y todo) y, no contento con eso, adivinó nuestro ascendente y nos acabó de 'desnudar' psicológicamente. Si no me hubiera pasado, diría que no es posible, que estábamos compinchados pero no era así, para nada. Y nosotras, mientras, tratando de poner cara de póker para que no se nos notara que encima daba en el clavo.
Creo que hubiéramos seguido ahí horas hablando de los astros, analizando, escuchando. De cualquier modo, lo que sí es cierto es que aquella conversación nos marcó. Yo, en concreto, la tomé como un punto de inflexión, como una señal repleta de buenas vibraciones. Quizá me equivoque, o quizá no.
Me gusta leer los horóscopos, consultar mi carta astral y demás historias por el estilo. Lo cual no quiere decir, sin embargo, que crea a pies juntillas lo que me dicen. Soy más bien de las que lo leen y, si les gusta lo que predicen, se alegra y se lo cree. ¡Mira qué bien! Pero, en el caso contrario, cuando el horóscopo me dice algo que no me cuadra o que no me gusta, se ríe de lo estúpido de lo predicho y piensa 'Vaya tontería'.
Eso sí, el miércoles pasado podemos decir que los astros se cruzaron en mi camino. Bueno, en el mío y en el de Maribel. Estábamos las dos tiradas en un banco de la plaza Aragón, esperando a Bruno y a Marcos para cenar y, de repente, se acercó a nosotras un individuo en una bici vestido de amarillo chillón. Normalmente, me intimida y me incomoda que se me acerquen extraños y traten de entablar conversación pero, en esta ocasión, su presencia nos llenó de tranquilidad y eso que las dos (especialmente, Maribel) estábamos en mitad de una crisis de estrés provocado, como no, por el trabajo y sus circunstancias.
Nos preguntó el horóscopo, nos describió a las dos a la perfección, sin olvidar detalle (tanto que acojonaba y todo) y, no contento con eso, adivinó nuestro ascendente y nos acabó de 'desnudar' psicológicamente. Si no me hubiera pasado, diría que no es posible, que estábamos compinchados pero no era así, para nada. Y nosotras, mientras, tratando de poner cara de póker para que no se nos notara que encima daba en el clavo.
Creo que hubiéramos seguido ahí horas hablando de los astros, analizando, escuchando. De cualquier modo, lo que sí es cierto es que aquella conversación nos marcó. Yo, en concreto, la tomé como un punto de inflexión, como una señal repleta de buenas vibraciones. Quizá me equivoque, o quizá no.
Etiquetas: Reflexiones
1 Comments:
At 10:50 a. m., Yolanda said…
La verdad es que yo soy como tu: leo el horóscopo de los periódicos que leo a diario (los gratuitos, y hasta tengo desde hace tiempo una suscripción estúpida a una página que te manda tu horóscopo para cada día... si dice algo que me gusta y que veo previsible, pues guay del paraguay, y si no, pues pienso en la paranoia mental que se ha tenido que montar el que lo ha escrito y ya está, jajajj.
Tenemos que creer en algo, y considero q siempre te hace ilusión que te digan de buena mñna que vas a tener un día estupendo (aunq luego no lo tengas), que esa reunión importante va a salir de maravilla (pese a que salga un fiasco) o cosas así. Al menos a mi me anima, me gusta. En algo que ya no creo es en compatibilidades entre signos (de cara al amor, me refiero) y, mucho menos, entre nombres de personas... eso si que lo veo una tontería. Pero, al igual que te pasó a ti, basta que se te cruce un hombre con una bici y vestido de amarillo chillón para que instancie un punto de inflexión en tu vida y empieces a creer en lo que antes veías puras tonterías...
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