El valor de un segundo
Día tras día, vivimos a contrarreloj. Corriendo de un sitio a otro, sin un segundo para pararnos a pensar qué hacemos, adónde va nuestra vida, qué fue de nuestros sueños. El mundo actual, tal como lo conocemos, prima la rapidez, la actividad y responde con ritmos trepidantes, con estrés. Recuerdo cuando vivía en Madrid, ciudad de ritmo vertiginoso donde las haya. Llegabas de viaje, bajabas al metro y ¡voilá! Multitud de personas a todo trapo, moviéndose por los entresijos del subsuelo, en busca de su tren o de la salida que les lleve a su destino. Unas porque llegan tarde, otras porque se contagian del resto.
Hablo de Madrid pero, aunque sea a escalas diferentes, es un espejo que encontramos en el mundo urbano actual. Parece que cuánto más llena está nuestra agenda, cuántas más cosas hacemos, más plenamente vivimos. Pero no tiene porqué ser así. No obstante, la mayoría de la humanidad ha sucumbido ya a la espiral de actividad que nos rodea, al miedo al 'segundo sin ocupación', sin apreciar cuán valioso es.
Un momento para sumergirnos en nosotros mismos, para hacer balance del día, para ver hacia dónde vamos y hacia dónde queremos ir, para disfrutar de pequeños placeres como la lectura, como el cine sin agobios, sin pensar que dentro de media hora tenemos otra cita pendiente. La actividad, la vida social son necesarias, sí. Pero también lo es centrarse, por un momento, en uno mismo, aprender a disfrutar de la tranquilidad, de la paz, del sosiego, relajar el ritmo, bajar la guardia y, simplemente, dejarse llevar, respirar el silencio, evadirse y abandonarse.
Etiquetas: Reflexiones
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