Satine's world

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sábado, noviembre 11, 2006

La pasión y el maltrato

Como lo prometido es deuda, me hago eco ahora del resto del artículo de Pilar Sanpedro sobre la relación entre la pasión y la violencia de género. Os invito a reflexionar y a dar vuestra opinión, a plantear hipótesis, etcétera. Creo que es un tema sobre el que merece la pena estar al día y fomentar el espíritu crítico, tanto para evitar que este tipo de situaciones sigan proliferando como para poder comprender y ayudar mejor a quienes se ven inmersos en ellas.

Actualmente la violencia doméstica se ha convertido en una cuestión con una dimensión pública mayor que en otras épocas debido a la gran cantidad de interpretaciones que se realizan sobre la misma desde diferentes instancias. La idea de este artículo no es aportar un análisis más sobre el tema sino plantear una reflexión sobre un asunto que nos afecta a tod@s en alguna medida y que en el caso de las mujeres es una de las muchas variables que sustentan las situaciones de violencia.

Me refiero al modelo amoroso de nuestra cultura occidental, al mito del amor-pasión y a sus consecuencias en las relaciones de pareja actuales. Intentaré analizar brevemente este modelo y sus proyecciones en el presente para plantear como hipótesis que uno de los factores (evidentemente no el único ni el más importante) que facilita, favorece y sustenta la violencia de género más dramática y también las microviolencias cotidianas en las relaciones de pareja, es el modelo de amor romántico presente en nuestra cultura.

Mi reflexión comienza cuando observo que, en los relatos de las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia por parte de su pareja, aparecen sistemáticamente elementos de esta idea del amor romántico sobre el que estas mujeres han construido su universo y su biografía.

(…) Mientras que por lo general solemos elegir a las amistades entre aquellas que más nos gratifican, que más nos respetan y que más compensaciones emocionales y afectivas nos reportan, sin embargo, es posible que nos relacionemos a nivel de pareja con personas que no sólo no nos gratifican sino que nos llenan de amargura, sufrimiento y daño físico y psíquico.
¿Cómo explicar la persistencia del amor o la relación en estos casos? ¿Cómo se puede amar a quien te mortifica y anula? No es una cuestión de irracionalidad y me niego a creer que las personas, sobre todo mujeres, que viven estas situaciones, son tontas, masoquistas o descerebradas.


Es importante que comencemos a analizar esos amores patéticos y llenos de sufrimiento, sacrificios personales y renuncias, sobre todo, cuando en mayor o menor medida, muchas personas han vivido o soportado en las relaciones de pareja alguna que otra humillación, falta de respeto por nuestras opciones u opiniones, limitaciones a la libertad, algún que otro desprecio, presiones para hacer esto o lo otro, chantajes e imposiciones.

Las mujeres que “aman demasiado”, aquellas que buscan el amor romántico obstaculizado por la elección de personas difíciles, agresivas o controladoras tienen más posibilidades de vivir en la violencia, consentirla y permanecer en ella porque esa relación es la que da sentido a su vida.

Una de las características que tienen todas las historias relatadas por mujeres que sufren maltrato es precisamente esa discontinuidad en la relación. No son historias afectivas templadas por los años, sino que aparecen siempre intervalos de paz y dolor, fases de “luna de miel” entre los episodios de maltrato: hoy te maltrato y mañana te amo más que a mi vida, sin ti no soy nada, perdóname, te quiero; todo ello acompañado de muestras extraordinarias de cuidados y cariño hasta la próxima escena. Se le ha dado el nombre técnico de “espiral de violencia”, en la que los episodios de maltrato son cíclicos.

Cuando las mujeres se plantean abandonar al maltratador tienen que reconstruir su nueva biografía en un contexto ajeno a sus tradiciones y abandonar un lugar en el que se comportaban como amantes esposas y madres. Se trata de dejar su proyecto vital, renunciar al amor es el fracaso absoluto de su vida, y es muy difícil que vean en ese cambio una promesa de vida mejor. Las mujeres siguen interpretando la ruptura matrimonial como un problema individual, como una situación estresante y anómala y no como la liberación de una situación opresiva que, además, debe ser tratada como problema colectivo y no individual. Y, en este sentido, es la sociedad la que debe rehabilitarse, la que debe ser llevada a terapia, porque son las construcciones, las historias y los mitos de esa sociedad los que están en el origen y la raíz del problema de la violencia doméstica.


Nuestro modelo social es el máximo legitimador de estos y otros comportamientos y como tal, la violencia doméstica será el plato de todos los días si no somos capaces de cuestionarnos qué tipo de sociedad genera maltratadores, qué sociedad genera esta patología del vínculo amoroso. A su vez, debemos pensar qué tipo de cultura es la nuestra para que mujeres capaces y adultas soporten, en nombre del amor, la humillación y el sufrimiento; para que en lugar de escapar de esas situaciones, busquen soluciones peregrinas y absurdas como tener hij@s, automedicarse o disculpar a su pareja para no perder aquello que fundamenta su vida: el amor.

Condenar la pasión en bloque sería querer suprimir uno de los aspectos de nuestra creatividad y de nuestra historia. Además de imposible es una tarea titánica. Mi pretensión es sólo la de alertar, prevenir, analizar, aislar la pasión, desmontarla, si se quiere, para observarla y conocer mejor sus propiedades. Hacernos más conscientes de este proceso nos hace más libres y hablar de la utopía nos acerca más a ella y a sus posibilidades, a la búsqueda de relaciones más alternativas al modelo al uso, de mayor calidad, más plásticas y que nos ahorren sufrimiento.


Mi experiencia profesional y también personal me dice que
quien da mucha importancia a su vida amorosa en detrimento de otros aspectos vitales sufre más, se suscribe antes al sufrimiento como meta, en comparación con aquell@s que muestran menos interés por el campo sentimental y que ponderan en su justa medida la vivencia del amor.

Me gustaría educar a las nuevas generaciones en un análisis más crítico de este modelo amoroso y estaría más conforme si les hiciéramos planteamientos más realistas sobre la arbitrariedad de la elección amorosa. Me gustaría que entendamos que no hay nadie en el mundo que pueda colmarnos definitiva y eternamente, que los afectos son múltiples, de diferente pelaje y complejidad, que el amor no puede basarse en renuncias y sacrificios y que nunca deberíamos abandonar nuestra individualidad, nuestros proyectos personales, nuestro espacio propio en aras del amor.

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